"Mi padre me prohibió tener cualquier contacto con los musulmanes", dice Fransisca, una cristiana. Sus padres le enseñaron a mantenerse alejada de las personas de otras religiones. Fransisca creció en la ciudad de Medan, en Sumatra, pertenece a la etnia batak y sus padres son miembros de una iglesia que está influenciada principalmente por miembros de la etnia batak. Desde temprana edad, Fransisca sólo asistió a escuelas dirigidas por su iglesia u organizaciones eclesiásticas; su padre no toleraba las instituciones educativas públicas. Eva, una musulmana de la ciudad de Bandung, en Java Occidental, también cuenta una historia de segregación. Durante su estancia en la escuela secundaria, nunca llevó el hiyab. Entonces, el clima religioso era moderado, "hoy es mucho más estricto". El hiyab y las faldas largas son obligatorios para las escolares musulmanas".
Libro racia y aislamiento
Cuando era adolescente, sus padres la enviaron a un internado islámico para niñas. "Incluso los libros de fuera estaban prohibidos", dice Eva. La administración del internado realizaba periódicamente redadas de libros y también buscaba teléfonos móviles y reproductores de CD: "así querían mantenernos a las colegialas alejadas de las ideas externas". La sed de conocimiento de Eva era grande: "En lugar de divertirnos al aire libre, solíamos pasar los días libres en el cibercafé leyendo, viendo películas y empapándonos del mundo exterior". Como Eva y Fransisca, muchos jóvenes crecen en Indonesia. Los grupos étnicos y religiosos suelen vivir aislados, los prejuicios contra los "otros" son grandes. Hay repetidos ataques terroristas en el país, el fundamentalismo religioso está ganando fuerza. Las ideas intolerantes son sembradas y difundidas deliberadamente por grupos radicales en las escuelas y universidades.
La paz a través del encuentro
Debido a esta peligrosa evolución, el trabajo con los adultos jóvenes es especialmente importante. Por ello, Mission 21, junto con sus socios, trabaja por la paz religiosa y se centra en grupos de jóvenes. Eva y Fransisca visitaron el "Interfaith Youth Camp" (IYC) en Bandung. Este campamento lo organiza una vez al año la iglesia asociada a Mission 21, la Iglesia Pasudan (GKP), en colaboración con la organización Jakatarub. Reúne a jóvenes adultos de diferentes denominaciones y religiones. Para las jóvenes, el campamento interreligioso fue revelador: "Allí pude superar mis prejuicios y miedos hacia las personas de otras religiones", dice Fransisca. Y Eva añade: "Hoy ya no juzgo a la gente por su religión, sino por sus actos". Eva pertenece a la religión mayoritaria de Indonesia, el Islam. Dice: "En el campamento conocí gente nueva y puedo empatizar mejor con las personas discriminadas por su origen o religión". Fransisca también aprendió mucho sobre diferentes formas de discriminación y sobre confesiones que hasta entonces desconocía: "El intercambio despertó mi curiosidad por los rituales y tradiciones de las minorías religiosas, como los bahai", dice.
Amistad más allá de las fronteras
Desde el campamento, Fransisca y Eva son las mejores amigas. "Nuestra amistad es tan estrecha que casi siempre pasamos la noche juntos", dice Fransisca, "una vez superados los escrúpulos iniciales, ya no había límites entre nosotros. Me sentí inmediatamente cómodo con ella por su personalidad". Hoy, Eva y Fransisca trabajan juntas por la paz religiosa. Ambos se unieron al comité del Campamento Juvenil Interconfesional y ayudan a organizar los campamentos: "La maravillosa experiencia que tuvimos nosotros mismos en el IYC es algo que queremos dar a tantos otros jóvenes como sea posible". También llevan a cabo diversas actividades con la red interreligiosa Jakatarub para concienciar a la población sobre la tolerancia y la convivencia abierta. Pueden ser campañas de vídeos humorísticos, por ejemplo, o acciones participativas sensacionales en las plazas del centro de la ciudad.
Superar las diferencias sociales
El activismo interconfesional no es bien recibido en todas partes. Las dos jóvenes tienen que justificarse a menudo en su entorno: "Mis padres estaban en contra al principio", dice Fransisca, "y algunos de mis antiguos amigos dicen: puedes pasar tiempo con gente de otras religiones siempre que no te pases". Pero ella y Eva están convencidas: una Indonesia pacífica es posible si la gente supera las divisiones religiosas. Su especial amistad es la prueba viviente de que la paz puede crecer.
Texto: Mara Wirthlin